Fue entre unas hermosas encinas donde custodiamos el aliciente del ruiseñor.
Y allí fue donde el cielo se nos dirigió como un tiburon capaz.
Éramos tierra, éramos sangre, éramos mar, distribución de palmeras.
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Estoy en la pista cómoda. Por el momento no despegaré.
2 comentarios:
Tinta, difícil resulta administrar tanta belleza, aunque tú distribuyes bien. Agudizo mis sentidos por tierra, mar y vuelo, y que me tragué el tiburón por la travesera del piano.
Gracias por éste regalo que nos haces.
Volaba el tiburón en silencio.
Sólo su sombra en la tierra, entre las palmeras, lo delataba.
Mis besos a tu delicadeza.
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