Ese instante en el que la estrella es aún descanso. Ese instante en el que la estrella aún es una marioneta. Ese instante. Luego el firmamento hará de ella un ejemplar de luz necesario.
Creerse alado, dejar la superficie para quien no le interese el fuego. Creerse alado, solo si te sujetas lejos, allá donde no llegas. Creerse alado, planear sobre el censo de las grullas.
Sé que comprendiste la oscura magnolia de mi vientre. ¿Quién no mezcla la lengua con la vida? ¿Ves, ahora? Ves que el fruto se dominó en el aire hasta caer y abrirse. Como pequeñas bocas de ballena intentando alimentarse. ¿Quien no es mar y flor?
F.G.L (Gacela del amor imprevisto) Canta CARLOS CANO
Nadie comprendía el perfume De la oscura magnolia de tu vientre. Nadie sabía que martirizabas Un colibrí de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormían En la plaza con luna de tu frente, Mientras que yo enlazaba cuatro noches Tu cintura, enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada Era un pálido ramo de simientes. Yo busqué, para darte, por mi pecho Las letras de marfil que dicen siempre,
Siempre, siempre: jardín de mi agonía, Tu cuerpo fugitivo para siempre, La sangre de tus venas en mi boca, Tu boca ya sin luz para mi muerte.
Me sirve la nieve para aterrizar del vuelo, para festejar el cielo. Para no creer durante sus instantes en los recuerdos, que siempre tienen algo de duelo. Me sirvo de la nieve para tomar agua al instante, para creerme cerca en sus labios.
Dátiles y pájaros: podría decirse del fruto de las palmeras. Pájaros que al alba ocasionaban el gozo propio de un decir sin traducción. Él me dijo que su pecho azul se seca cuando fallece un pájaro. Los dátiles mejor maduran con el canto.