La muerte, el simple hecho dejar de estar vivo, el tiempo del 'ya no'. Las piedras simbolizan el recuerdo, el presente más sobrio. Las flores no acuden allí, a ese paisaje. Las piedras conforman una idea estética entre muerte, vida y lugar.
Junto a aquella copia de los girasoles de Van Gogh te vacié vencejos con mis manos. Cerrabas los ojos cuando me mirabas, no hasta el sueño sino hasta mirar más cómo te decía. Y también te decía aquello de:
Todo en nosotros fluye como savia, como el agua de la palabra cuando, con acento y sin él. Somos adverbios de lugar sin lugar.
I girasole (Enio Morricone/Dulce Pontes)
Viene un suono di campane A svegliare i girasoli, Poi si distende verso il maré: Tutti i girasoli guardano là, Verso il maré... piú in là... Dove il rosso fuoco è il sole E nel azzurro sale
E lanima del mondo Respirai in me Quando londa dei mio corpo Dilaga su di te: maré che si placa nel alba...
Che concerto le campane Siulla rotta dei gabbiani! Quando risalgono dal maré, sul duomo rosa medievale...
Voli di gabbiani lassú Cullanco i campi Di girasoli, Come io cullo te: Taddormenti in me...
Llamo yo pan desnudo a ese pan tan ajustado a su trigo, a su olor y a su forma imprecisa. Me lo trajo él, me lo ofreció, lo saboreé, lo comí, lo hago hasta función vital del recuerdo. Ese ofrecimiento de él va encadenado para mí, ahora, a una palabra: vigor.
Me hablaste como símil la forma de desgranarse de aquellas piñas. Símil de nuestra succión, del reinventar de nuestras bocas. Decidimos patentar nuestro desnudo dentro de una lógica inevitable, irrenunciable.
La sensación dulce de tu boca absorbiéndome, tu olor. El sudor de múltiples aromas en cada poro de la piel, su contribución. No es un invento un beso, es una intensa travesía, un gigante detenido. Eso quiero para ti, el tiempo de los relojes detenidos, el abrazo cautelar antes de vivirnos más.